El Establo es una alegoría, una sátira al estado mexicano en su conjunto; no nada más al gobierno, sino a los ciudadanos que están conformes con el statu quo que los sojuzga y discrimina. La narración divierte mucho, pero también provoca escozor e incluso indignación y furia.
Es una historia de animales muy humanos. Más que un cuento largo, es una novela corta. Una fábula extensa en donde los idealistas no se dan por vencidos y están acostumbrados a ser victoriosos, aun con el lastre que traen a cuestas: el perverso sistema político; al cual han desnudado en su más ruin actividad que es la guerra sucia, soterrada y cruenta.
En El Establo a las cosas se les llama por su nombre, toda hipocresía es develada. Las víctimas dejan de serlo cuando se confrontan al contexto de su realidad; y a los victimarios se les exhibe tal cual son sin importar el estatus que gocen, pues el prestigio y la reputación son condiciones coyunturales que por lo general nada tienen qué ver con el verdadero carácter de los personajes.
Primeros tres capítulos: Las Artimañas de la víbora, El banquete y La visita.
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